jueves, 8 de julio de 2010

Un murciélago

Le dijo que se sentara mientras su esposa preparaba café. Había que encender la estufa con cerillos y esperar a que hirviera el agua, porque no habían ido a comprar el garrafón. Dionisio estaba lastimado del pie y no podía cargarlo. No había cerveza y ambos amigos se negaron a beberse el mísero charco de Tonayá que quedaba en la repisa.

No hay café, dijo la mujer con cara de hastío. Vamos por uno, le pidió Dionisio a su amigo Rodrigo. Vamos, la tristeza le había marcado unas ojeras enormes. Dionisio se levantó con dificultades de la silla. Tenía el pie vendado y con un huarache que apenas podía contenerlo.

Bajaron lentamente la escalera del departamento y fueron poco a poco caminando hasta la tienda. Ninguno de los dos dijo nada en el trayecto. Rodrigo tenía suficientes problemas como para interesarse en lo que dijera su amigo y Dionisio estaba concentrado en el dolor de su pie, así que nadie intentó abrir la plática. En la tienda pidieron un café Legal y tres conchas. Regresaron a la casa con el aire nocturno en la cara.

La mujer endulzó el café, luego lo coló en una jarra amarilla con el pegote de un candidato y les sirvió las tazas. Comieron el pan en silencio. Rodrigo se sirvió dos veces. La mujer le dijo a Dionisio cuando terminaron: ¿Van a estar así toda la noche? ¿Cómo? Respondió él viéndola a los ojos. Así, ya estoy harta. No soporto este ambiente. La mujer se metió a la pieza y salió al poco rato cubierta por una chamarra enorme de los Rams y una gorra tejida en la cabeza. ¡Quédense con su mierda, pendejos!, grito antes de azotar la puerta.

Ninguno de los dos acertó en hacer nada. Después de un rato, Dionisio le dijo a su amigo que se fueran a acostar. Se quitaron la ropa hasta quedar en calzones y se subieron en lados distintos de la cama. Al poco rato estaban en silencio viendo hacia la ventana sin poder dormir. Mira, es un murciélago, dijo Rodrigo. Se levantaron y vieron durante más de dos horas como un murciélago intentaba entrar por la ventana. Es bello, dijo Rodrigo, con la cara emocionada.

sábado, 3 de julio de 2010

Arturo “el mata hadas” Flores


Sobre "Cuentos de hadas para no dormir"
Todorov, uno de los primeros que se dispuso a analizar los cuentos populares, decía que los cuentos “de hadas”, los cuentos para niños, como se conocen ahora, tiene un esquema muy definido de desarrollo. El protagonista se enfrenta a un problema, ingresa al bosque donde encuentra ayudantes y opositores para terminar logrando sus objetivo luego de tener un renacimiento espiritual. Tesis que posteriormente retomaría Joseph Cambell en su famoso y muy plagiado El héroe de las mil caras.
Los cuentos de hadas, plagados de violencia, no afectan psicológicamente a los niños porque son maniqueos. El mal, la nobleza, la inteligencia siempre son premiadas y la bajeza, la estupidez, la estulticia es castigada. Pero qué pasa cuando esos mismos cuentos llegan al presente y son retomados por un escritor con humor negro como lo es Arturo j. Flores. Pues que estas historias petrificadas adquieren nueva fuerza. Fuerza que trae esos antiguos bosques medievales, esos arcaicos dragones a la contemporaneidad y los entremezcla a la vida cotidiana.
Mientras escribo esto, recuerdo con viveza las imágenes que logra Flores al contarnos el choque de un ebrio de amor y de alcohol con un mítico dragón. Puedo ver claramente la cabeza de Santa Claus ensangrentada desde las barbas hasta las cejas. Puedo imaginarme esa gárgola metiche amargándole el sexo a su niño. Arturo se solaza en la crueldad, en las resoluciones más inesperadas y juega con el lector, lo seduce para que llegue hasta el final del relato.
Pero no solamente nos ofrece retruécanos en sus historias, también planteamientos que nos hacen sacarnos de nuestro cotidiano para poder ensoñar con el que pasa en tal o cual situación. Como el sueño que no desea ser soñado, que a mi parecer es el segundo mejor cuento de esta antología. El primero es el del amor consumado entre un ente subterráneo y una mujer celeste. Una belleza de parábola que nos enseña lo doloroso y gozoso del amor.
Estos cuentos tienen ese saborcito de las añejas antologías norteamericanas que nos ofrecía en español Ediciones Martínez Roca hace años. Cuando algunos de los presentes éramos mozos sin barba. Ese saborcito a que la literatura no debe ser señores serios hablando sobre “los grandes temas”, cuales quieran que sean estos. Ese saborcito a juego, a espántame, a llévame de la mano a un mundo que no he imaginado. Y eso lo logra Arturo con creces.