martes, 10 de marzo de 2009

Culo de paja


Bebió y bebió con gusto de la cerveza que se le ofrecía. Reía y elevaba su brazo al cielo para brindar por todos. Entonces llego su mitad siniestra, la que se esconde agazapada en su sonrisa de niño, en sus ojitos a medio abrir, en su risa sincera. Cuando la maldad se posesiona de él, los ojos se le llenan de vida y su discurso se hace flamígero, insultante. Su boca puede ser el pozo del vituperio, una hoguera de mierda, un verdadero infierno.
Reía con gusto y soltaba bromas que muchas de las veces sólo él entendía. Señalaba senos y pendejeaba a diestra y siniestra. Parecía el hijo de un dios menor que se sabe protegido por el halo de su padre. Entonces vino el quiebre y la consecuencia directa de sus acciones. Lo tome por el cuello y azoté mi puño sobre él con violencia. La imagen de su rostro impávido mientras lo violentaba se repetiría como loop en mi cabeza cada vez que cerrara los ojos.
Desperté con el sabor de centavo en la boca y la mano adolorida. Cerré y abrí la mano en varias ocasiones. Había gente dormida en el suelo de mi casa, botellas de cerveza en el suelo, mi celular cargándose y el tinaco del vecino tirando agua porque su flotador está roto desde hace tiempo. La cabeza me dolía y la mano se abría y se cerraba.
Subí al auto, pero más que por buscar un alka seltser, por no quedarme en la fría cama con la cara de él impávida, recibiendo mi puño. Metía las velocidades y lo recordaba, rompía el empaque de las tabletas y me dolía, cargaba el garrafón y me dolía. La mano se me va a secar, decía madre cuando hacía el amago de devolverle un golpe.
Regresé, vi como las burbujas subían por el vaso y me quedé así hasta que la efervescencia terminó. Lo bebí con tranquilidad y cerré los ojos para volver a ver su rostro.
Al otro día, cuando llegue al lugar donde veo cotidianamente a mi agredido, supe porque los argentinos le dicen “culo de paja” a la vergüenza. Se acercó a mi escritorio y me dio la mano. Le ofrecí mi diestra dolorida y me dijo: ¿Cómo amaneció ese brazo?

lunes, 2 de marzo de 2009

Despertar


Despertar y encontrarse con el frío de la mañana. Despertar y ver el techo igual que todos los días. Despertar y encontrar (a veces) a alguien a tu lado, durmiendo. Los hombres nos levantamos temprano y ellas siguen siempre un poco más en la cama. Nos levantamos y ellas esperan algún cariño mientras nosotros intentamos articular algún avance.
Levantarse con el piso convertido en un témpano y sentir como el calor acumulado se escapa por los pies. Levantarse y encender el calentador. Dragón adormilado que suelta su estruendoso aliento. Su sonido es el arrullo de un poco mas de sueño. Y sentir como la almohada te vuelve a comer el coco y el dormir se va apoderando de ti. Y abrazar ese cuerpo que te brinda su calor porque ya estas frío. Oler su piel y perderte en ese cabello extra liso, extra suave. Desear que el mundo se detuviera solo unos minutos más y que la mañana fuera eterna. Si hablar sin sentir ningún tipo de miedo, de responsabilidad. Sin dvds que entregar, sin oficios que girar, sin correos que enviar, sin tener que poner tu dedo en la computadora y esperar a que en el administrativo estén contentos con detener tu culo durante ocho horas, más comida, en una silla giratoria.
Levantarse cuando la alarma suene por segunda vez y poner música o torturarse con las noticias. ¿Cuántos cadáveres saldrán hoy? La bolsa sube y baja y los jupies sufriendo. Esperar que todo cambie o que se quede igual. O esperar que el agua caliente no se enfrié tan rápido como sucede a diario. Qué película habrá en el cine, qué se me puede olvidar. Comprar la comida de los gatos. ¿Cuáles gatos? Yo no tengo gatos. ¿Entonces esos pelos en mi gabardina de fieltro?
¿Cómo estará Paris a esta hora? ¿Y Buenos Aires? ¿Qué horas son en Moscú? Quebrar los huevos y preguntarse porque la morena ya no quiso regresar a dormir a la casa. Porque me juro amor y el miércoles no llego. Esperar a que el agua hierva, apagar y servir dos cucharadas de café directo de la lata.
Café arriba, ojos dilatados, sabor amargo en la boca. Café arriba buenos días vida.