lunes, 1 de marzo de 2010

¡Arrozzzz!


El problema con esta toma de los derechos civiles por parte de la sociedad organizada, es que se han demonizado muchas de las cosas de antaño. Uno ya no pude decir chistes sexuales porque puede ser tomado como un imbécil o un retrógrado. La semana pasada teníamos una discusión con una amiga que demeritaba el trabajo de un cómico tan famoso como Polo Polo. El tipo, por más misógino que sea (que no lo es tanto), es un observador de la sociedad que le toca vivir y de ahí, de esa sociedad defeña, misógina, machista y gandalla es de la que se burla. El discurso-chiste donde cuenta su viaje a España, es todo un reflejo de lo que hace un defeño oficinista al salir del país y llegar a un entorno “Euro-civilizado”.

¿O no es Polo Polo una muestra de los chilangos trajeados, pero con los calcetines rotos, que abarrotan las cantinas y fondas de la ciudad a las tres de la tarde? De la misma manera que José José es el icónico burócrata perdedor y jodido, que le canta sus desgracias a los que quieren oír.

Uno puede estar o no de acuerdo con el contenido, pero su visualización de la realidad es tal, que la gente se identifica con lo que dice y se apropia de sus dichos. . El denostar por no tener un discurso políticamente correcto es como vivir en un mundo dominado por el Soma. El Norteño, Andrés Bustamante y el primer Brozo son otros cómicos que ejercen una poderosa mirada sobre su entorno. Que son capaces de articular un discurso y un mundo propio. Aunque claro, el mundo de Bustamante es en muchos casos el mejor logrado; porque su trabajo abreva del surrealismo y del absurdo

A decir verdad, sólo dos cómicos mexicanos ejercen una predilección fanática en mí. Uno es Tin Tan, por su gama actoral, por su desenfado, por su léxico, por su vestuario y por que ha creado cuando menos cuatro películas que se merecen pasar a la historia: La Vida Inútil de Pito Pérez, El Revoltoso, Calabacitas Tiernas y el Vagabundo.

Por otro lado, Mauricio Garcés; porque sus diálogos y sus personalidad me parecen tan atados a los setenta, que lo vuelven toda una curiosidad. Su machismo blandengue, sus incursiones en el homosexualismo para poder conseguir mujeres, su ego exaltado que causaba risa más que coraje, sus frustrados romances y su fallido matrimonio con Silvia Pinal. Toda esa mezcla de deseos contenidos y riqueza falsa.

Garcés es todo un personaje curioso, un tipo hecho de retazos de galanes gringos como Clark Gable y con situaciones en deuda con el cine de situaciones italiano. Larga vida al maestro Garcés. ¡Arroz!

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