martes, 2 de marzo de 2010

Gasolina


Dirigida por Julio Hernández Cordón (Guatemala, 2008)

La violencia en una película puede ser directa, puede ver uno balazos, agresiones físicas o cuchilladas. Pero hay una violencia que no se ve, que está cargada en el ambiente, que se respira en el aire y es volátil. Esa es la violencia que destila Gasolina de Julio Hernández Cordón (Guatemala 2008), una violencia que estalla en momentos, porque está en todos y cada uno de los cuadros del largometraje.

Gasolina es una road movie en donde tres púberes desean perder el tiempo con un auto robado, claro, a sus padres. Se divierten sacando gasolina de los vehículos del fraccionamiento donde viven, para después manejar y ver a donde llegan. Este planteamiento me recuerda a la idea principal de Mad Max II, El Guerrero de la Carretera, donde la desesperada lucha por la nafta es para consumirla dando vueltas sin sentido. Este trío de adolescentes hacen lo mismo: la sacan con manguera de los tanques y la queman en el piso o la gastan en la carretera. Aunque, esta cinta está más emparentada con obras como Temporada de Patos (México, 2005) y 25 Watts (Uruguay, 2001).

Los protagonistas son inocuos receptores de la agresividad de los adultos. Desde metaleros tardíos, compradores de chacharas o sus propios familiares. “Te doy dinero, pero te enseño a defenderte”, dice solícita la tía de uno de ellos. Sin embargo, la agresión dentro del grupo menudea, desde la sexual, (excelente escena de una adolescente en la cocina tentando a un temeroso púber) o la directamente machista. Esta suerte de mosqueteros, unidos por el barrio, la edad y el aburrimiento ejercen su violencia frente a los que pueden. Ya sea sobre gente económicamente o intelectualmente inferior, o sobre indígenas indefensos.

Cualquier momento puede prender la llama y encender los ánimos. A pesar de que la cinta lleva un ritmo pausado, en todo momento estamos frente a la inevitabilidad de que sucederá algo muy malo, que uno de los personajes romperá el límite marcado. En el principio vislumbramos de que va, cuando un lelo apunta con su pistola descargada a uno de los protagonistas y lo obliga a realizar una serie de lagartijas. De ahí en delante, la presión social y la agresión física será la moneda de cambio en todo momento.

¿Qué vas a hacer, si mi hermana tiene catorce? Pregunta uno de los protagonistas con una capa similar a la de los luchadores, pero también a la de los santos en las iglesias católicas. No sé, le responde su amigo. Yo tengo dieciséis, estamos iguales. Con lo que nos damos cuenta que sus acciones no tienen un fin, sino están movidas por el deseo de quitar el aburrimiento de sus monótonas vidas. Con lo cual nos damos cuenta que son unos niños jugando a ser adultos y sus contrapartes mayores siguen también en ese juego.

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