miércoles, 19 de mayo de 2010

The Hand

Antes de que Oliver Stone se perdiera en lo políticamente correcto, antes de que se obsesionara con la psicodelia y Nixon, dio muestras de ser un cineasta de género bastante efectivo. A principios de la década de los ochenta dirigió y escribió la película de suspenso y horror The Hand (USA, 1981). Donde aborda de manera solvente el tema de la psicopatía criminal.

Jon Lansdale un dibujante de tiras cómicas, con una ira bastante contenida, sufre un accidente vial que lo hace perder su mano. Su mundo, sostenido por la habilidad para dibujar y que lo mantiene a flote con el mediano éxito de su personaje Mandor, de repente se destruye. Todos los pequeños problemas de su vida cotidiana estallan como grietas en una presa. Su ninguneada esposa ve la oportunidad para escapar de un matrimonio monótono, su hija pequeña comienza a encariñarse con el amante de su mamá, su editora consigue un remplazo para su tira cómica y hasta su personaje es “actualizado” con un giro que lo separa de su creador.

El personaje interpretado por Michael Caine comienza a sufrir alucinaciones en donde su mano cercenada comienza a acosarlo. Stone retoma cosas de los giallos italianos, no solo en el planteamiento, sino que contrata al veterano creador de efectos especiales Carlo Rambaldi para poder imbuir en la trama este juego entre horror sobrenatural y thriller de suspenso.

Stone brinda al espectador despierto secuencias en blanco y negro en donde el dibujante deja escapar su furia en los que puede. La perdida de la mano es como una castración. Tal y como dice Jon Lansdale mientras discute con su esposa. “¿Para qué voy a psicólogo?, me va a decir que lo de mi mano es como perder mi virilidad”. Stone refuerza esto cuando la alumna de Landslade, mientras hacen el amor, se abraza de la mano y la besa como si fuera un pene.

La castración metafórica es lo que catapulta el instinto asesino de un personaje que centra su violencia contra las mujeres. Sin embargo, la cinta no acaba de cuadrar. La pelea con la mano, metáfora de la lucha contra sí mismo, no acaba de producir verdadera tensión; por ratos es bastante ridícula y hasta risible. Para ser un giallo estilo americano, le falta más sordidez, más dureza. Para ser una cinta de terror serie b le falta más gore.

Lo que es de rescatar es la interpretación de Michael Caine, los efectos especiales de Rambaldi y algunas escenas logradas por Oliver Stone. Como la de cantina, con un Bruce McGill borrachísmo, rumiando su mala suerte con la chica guapa del pueblo y la cámara haciendo close ups de alcohólicos y manos nerviosas.

NOTA: Con esta reseña, inauguro la sección Cineclub, de este web. Sitio donde iré colocando reseñas o ensayos sobre cine que estoy produciendo. Cada semana uno nuevo.

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