lunes, 17 de mayo de 2010

Nada

Pues ellos no hacían nada. Se levantaban y deambulaban por ahí hasta que llegaba la tarde. Uno era ratero, no usaba armas, simplemente andaba con el ojo puesto a lo que se moviera: cámaras, celulares, abrigos, espejos, tapones. Alguna vez llegó a hacerse con 50 vestidos de diseñador cuando vio una camioneta abierta frente a una boutique.

Otro había aprendido a componer cosas de la computadora. Bajaba programas, música y lo que le pidieras. Todo te lo vendía a un módico costo. Compraba compus viejas, las arreglaba y las revendía. A veces, cuando lo invitabas a tu casa podía embolsarse algo, pero no era lo común.

Les gustaba salir de noche, luego de tomar unas cervezas se iban a dar la vuelta, para espiar a la gente. Se quedaban de ver en la plaza y después de ahí se iban cerca de una preparatoria. Se sentaban en la banqueta y veían a las chicas. Se perdían en ese bosque de piernas y faldas grises. Hablan de algunas, disfrutaban con verlas y de vez en cuando se les acercaban para platicar con ellas.

Con suerte lograban salir con algunas. Pero nunca por mucho tiempo. Solo les gustaba sentir el sabor de lo nuevo. Después de ahí buscaban siempre mariguana. En eso se pasaban la mayor parte del tiempo. Buscando un nuevo diller, un amigo que tuviera, alguien que “les corriera” algo. Cuando menos un “tirador” de medio pelo.

A veces iban a la casa de un amigo mutuo para ver películas de patinetas o de golpes. Les habían agarrado gusto a las de persecuciones policiacas. Eran fans de True TV y de Faces of death. Cómo se habían reído de la vez que vieron el video ese donde un tipo saltaba a una alberca y se partía la quijada. Les gustaba repetir la escena esa donde la lengua seguí moviéndose, los dientes despedazados y la sangre corriendo a borbotones por el pecho, hasta llegar a su traje de baño color amarillo canario.

Un día estaban en la punta más alta de la escalinata viendo la pequeña ciudad en la noche. El aire nocturno, tal vez las cervezas o los días de hastío los llevaron a pensar en su vida. No hemos hecho nada, le dijo uno al otro. Hay que hacer algo, se dijeron. Sí, en verdad, no podemos seguir desperdiciando la vida. Hay que planear un buen golpe, exclamo uno. Y lo planearon.

1 comentario:

Elodia dijo...

Esas son las escalinatas de la pequeña ciudad de Tlaxcala... y las clásicas faldas de color gris del colegio de bachilleres...